La miedosa flor Cuento infantil

 

Erase una vez, vez primera, que una delicada flor abría los ojos. Se encontraba en una isla desierta llena de árboles inmensos y grandes dinosaurios. Su gran miedo desde que nació fuerte fuerte en ella era que algún pajarraco, algún elefante, ¡algún dinosaurio! O simplemente el viento y la lluvia la pisaran… Vivía pues inmersa en su caparazón de arbustos que la protegían y de otras flores mucho más mayores que siempre le servían de parapeto, aún sin ellas saberlo. Y es que nuestra temerosa flor, a pesar de ser miedosa era muy pero que muy lista. Pero nadie lo sabía pues el miedo sola se lo impedía.

Un día se enteraron en su pequeño jardín que había un torneo de carreras de jirafas dentro de un mes… Desde entonces la pobrecita flor ni dormía ni era capaz de sonreírle al sol o a otras flores; pensando en el día que la pisaran, la espachurraran, la fulminaran para siempre. Era una pobre flor, destinada a su chafoso destino.

El día de la carrera de jirafas llegó y con ello los preparativos, los jaleos de los demás animales que celebraban el torneo de megavelocidad por todo lo alto; los calentamientos extraproto largos e infinitos de las jirafas y por fin. “¡Piiiiiiiii!” “¡Comienza la carrera!”

Nuestra preciosa y delicada flor sólo temblaba, tiritaba, los pétalos le sonaban unos contra los otros como si fueran hielo… “Dios mio, voy a morir”, balbuceaba.

Y comenzaron a pasar. Una “Traasss trassss” otra, “Cataplooommm” , ésta era bastante gorda…, y de golpe “Zaaaaasss”  Una de las jirafas pequeñas se tropezó y comenzó a deslizarse por la tierra como si fuera un huracán… En ese momento nuestra flor gritó más que en toda su vida. Las hojas de su perfilado tronquito no podían estar más estiradas y tensas, ¡parecía un espantapájaros! Y justo cuando la jirafa estaba ya con la lengua encima de ella. Nuestra flor grito: “¡Nooooooo!” Y comenzó a llorar desconsoladamente.

Todos los animales de la isla se le quedaron mirando, atónitos.

Por fin un diminuto caracol, tan pequeño como un guisante, se le acerco y le acarició con sus antenas.

 

“No sufras bella flor, nada malo te pasará.

Siempre que bailes y rías con todos los demás.

Estar en armonía, debe ser la fuente de tu bienestar

y nada, pero que nada más, pequeña, te debe importar”

 

En ese momento la flor lo comprendió. Era pequeña y temblorosa no por su tamaño, no por su condición, sino por su miedo desenfrenado sin razón.

La jirafa por fin su cuerpo apoyó, soltando un quejido de los más simpaticón. Todos se rieron, olvidaron quien ganó, pero si que aprendieron, sobretodo nuestra flor, esta hermosa lección.

Cuento infantil escrito por Xiomara Wanden

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